Sitges, soñada e imprescindible.
Viajar mundos: la iglesia sobre la playa con el retablo de San Bartolomé y Santa Tecla, pura magia.
Lo primero antes de entrar a la parroquia: saludar a la sirena que saluda, chocando su mano, para tener buena suerte. Esta mezcla siempre presente entre sagrado y profano, entre religiosidades, mitologías y ficciones, esa fantasía de estas tierras que admiramos. No sé por qué me pregunto tanto que hacían los Fenosa (Apelles y Nicole Florensa) tan enamorados de estas tierras en aquellos años de plomo ultramontano, ahora que en parte me dedico a investigar su trabajo activando agradecidamente desde el maravilloso museo casa de artistas que lleva su nombre.
Las costas catalanas con sus interiores montañosos me seducen ampliamente. Ya escribí sobre El Vendrell, Vilanova i la Geltrú y Cubelles. En este recorrido de giros y derivas, disfruto un turismo vivencial y profundo. Los territorios catalanes me pueden ampliamente, quién hubiera dicho que iba a comprender y comprenderme tanto en este aire de mar y montaña.
Sitges, impresionante. Dos características de su ciudad que están ya dichas por todos lados: sus festivales (especialmente el de cine, mundialmente conocido), y su inmensa vida cultural, museal, musical, y sus playas, la de San Sebastián, que la han convertido en capital gay de libertades y disfrutes.
Ahora, quiero solo mencionar la iglesia, tipología arquitectónica entre sagrada y testimonial que siempre visitamos. La parroquia de Sitges es bastante grande, tiene tres naves y una amplia bóveda, y presenta la magia de estar sobre el mar y presidir la línea de playas con una silueta irregular, que se advierte reformada varias veces. Construida sobre una original románica y una postrerior gótica, todas perdidas y con muy poca documentación conservada, fue re erigida a finales del siglo XVII con impronta asimétrica y barroca, en esa rareza que tiene el barroco aquí.
A mí me encanta andarla entre imágenes, fiel a mi sol, mercurio y neptuno en casa 8, es decir, detectivesca. Fanática del método indicial, lectora de Carlo Guinzburg (qué saga familiar, imperdibles todas las mujeres de ese linaje por arriba y por debajo de él). Detectiva de los detalles mínimos y la micro historia, puedo estar horas mirando una tabla pintada o buscando una firma.
Así, lo que quiero rescatar de Sitges hoy es la tabla pintada por Nicolau de Credença en honor a los patronos de la iglesia: San Bartolomé y Santa Tecla, hacia 1499. Nicolau nació en Nápoles, y sabemos que se ciudadanizó barcelonés, de allí que haya varias referencias suyas en estos suelos. Hay tres homónimos por aquí, hijo y nieto, que continuaron el oficio, especialmente realizando mapas de El Garraf. Tendemos a pensar, sobre todo por el estilo del retablo (de lo que sobrevive de él que está en el altar mayor), que pertenece al padre. Poco y nada de información hemos encontrado, aún, y nos llama la atención que estén fichados como artistas en la prestigiosa Frick Collection. Aunque la palabra mayor sobre el tema es de Isabel Coll i Mirabent, que tiene un libro (1998) sobre los Credença editado por el Grup d'Estudis Sitgetans.
La enciclopèdia.cat dice de él, traduzco recorto: pintó dos retablos para la iglesia de Sant Just de Barcelona (1498) y para Sitges (San Bartolomé y Santa Tecla, 1499), conservados en parte. En 1509 el municipio le encargó el retablo de la iglesia de San Sebastián a pesar de la oposición del pintor de la ciudad, Gabriel Alemany. Pintó otros retablos en las iglesias de San Francisco de Barcelona, Llinars y Solsona (1528) y, junto a Antoni Rupit y Jaume Forner, el retablo de Argentona (destruido en 1936). En 1532 se asoció con Henrique Fernandes y Pere Nunyes para terminar un retablo en Mataró y pintar para la torre de San Juan (San Martín de Provençals) y San Genís de Vilassar. En 1551 pintó un retablo para Santa María del Mar, y en 1555, otro para la Casa de las Egipcíacas en Barcelona. Fue prohombre jefe de la cofradía de los freneros (1451).
De más está decirles que allí sale una ruta que pronto encararé, para encontrar esos retablos del Nicolau mayor, o no sé cuál, porque el arco de años es grande y quizás allí se mezcle el taller de su hijo y nieto.
Una curiosidad, la patrona original era sola Santa Tecla; la advocación fue luego “readjudicada” también a San Bartolomé. Santa Tecla es un personaje sumamente interesante que se celebra como fiesta mayor desde 1321 en Tarragona, los 23 de septiembre. Fue una mujer mencionada por San Pablo, de Anatolia o por ahí, mártir del siglo I, que tiene fuerte presencia en toda la zona y es una referencia en los caminos de peregrinación de la ruta del norte de España.
De Tarragona nos ocuparemos pronto, porque obviamente, hacia allí iremos a buscarla. Santa Tecla es medio patrona de la ciudad, por el bajo relieve que la homenajea en la catedral que se salvó milagrosamente de un terremoto. Tarragona fue tierra romana, entonces, todo se mezcla. El sol, que sale por aquí desde el fin de la linea de horizonte en la costa que es Italia, nos sacude la melancolía y nos lleva a pensar esos otros inicios de este mundo despelotado. Mil años hace, como canta el poeta. A momentos estoy perdida en tanto mare nostrum que en realidad es de ellos, pero me quedo por aquí, intentando descomprenderlo todo, y especialmente, resistir.
Precioso relato. Gracias keke por llevarnos de viaje