Tarragona, romana, románica gótica, mística.
Viajar a conocer el sanctorum de Santa Tecla y volver encantadas del hechizo de la piedra.
Reencantar nuestros mundos, de eso hablábamos, es especialmente encantarnos nosotras otra vez del mundo. Por eso nos fuimos a Tarragona buscando sentir las piedras, una sobre otra, que erigen catedrales, masías, pórticos, empedrados, anfiteatros y también museos y universidades, ruinas clásicas y modernas.
Dicen que esta ciudad que dista 95,5 km de Barcelona lo tiene todo: arqueología, arte románico y gótico, museo de arte moderno, espacio de arte contemporáneo, playas increíbles, puerto comercial.
En la entrada previa a esta nota dentro de las del rubro viajar, mencionamos a Sitges (podés leer la nota, aquí), cuya parroquia está consagrada a Santa Tecla, y nos prometimos venir a la catedral a ver sus referencias visuales. En Tarragona, el día de la fiesta de esta Santa, el 23 de septiembre, hay un movidón local.
La catedral nos encanta ni bien doblar la calle y subir su escalinata. Le dicen la bimilenaria porque guarda en sus piedras el templo flavio de Augusto de la Tarraco romana, una edificación visigoda y una mezquita árabe. Se conforma con una fachada románica casi empezándose a ir hacia el gótico (de hecho, el modo de presentar a la Virgen del maniel que reparte en dos su portal tiene fuertes líneas con la Catedral de Reims, Francia), sobre todo el interior con nave central y dos laterales, rosetones y vitrales, con un inmenso órgano con tapas pintadas por Pietro Paolo de Montalbergo y Pere Serafí hacia 1560, y exhiben, cerradas, la Anunciación; al abrirse son dos sargas con la Adoración de los pastores y la Resurrección. Son tan bellas que me quedé un rato largo mirándolas. Montalbergo fue un pintor de origen piamontés y Serafí un poeta pintor griego que murió en Barcelona. Ambos conforman otro linaje que esta ñoña que escribe aquí está investigando. Serafí hizo también las puertas del órgano de la Catedral de Barcelona que se conservan en su museo eclesial (curiosamente y quizás porque es realmente imponente y hasta me resulta, quizás, un poco amenazante, aún no me ocupé de esta iglesia, ya lo haré), y es el autor de retablos ubicados en la línea norte, en la que aún me tengo que zambullir, como la de Arenys del Mar. En eso estoy, se los prometo. Capítulo aparte: el tema de cómo el MNAC (Museo Nacional de Arte de Catalunya) ha preservado buena parte de los ábsides y altares de las iglesias románicas trasladándolas a sus salas, ya saldrá nota de esto también.
Como sea, y con los otros ejemplos que vengo rastreando en las notas de este blog, me voy dando cuenta día a día que el Mediterráneo era en realidad un gran corredor de idas y venidas donde circulaban los trabajadores visuales de la época, se entablaban amistades y competencias, y se traficaban iconografías con filiaciones a momentos impensadas. Este reabrir baúles en torno a la producción de imágenes es una de las tareas que más me fascina en mis días catalanes.
Vuelvo a la Catedral, porque el nivel de imágenes en diálogo que tiene es impresionante. Son 26 absidiolos, con bóvedas de nervaduras, crucerías, gárgolería, tumbas, y pavimentos de 3 colores. Un claustro exterior con jardín, donde se preserva la zona arqueológica de los orígenes romanos y una sala de arte gótico que es directamente, impresionante, con tablas y retablos pintados por el Maestro de Cabanyes entre otros de estilo tardío y por ello mismo, tan bello.
Un último detallín: la Cappella de la Màra de Dèu del claustro, ya en el corredor enfrentado del jardín interno, que es mística pura, donde me pegué el viaje del viaje, sintiendo y apelando a la magia sea de las madres que sean, que eso necesitamos.
Como siempre, gracias Catalunya, gracias Terraco, gracias amiguis por leer. Seguiremos viajando y buscando gente extraña haciendo cosas parecidas a las de siempre y que estudiamos, como estos artistas, muchos de ellos con otro nombre o directamente sin ninguno (serán mujeres muchos de ellos, pienso cada vez que veo la palabra anónimo).