Esta foto me la sacó la fotógrafa Nadia Aquino durante el encuentro que sostuvimos en La Raposa en Poblesec Barcelona, junto con un grupete de artistes, mientras preparábamos el campa de El Garraf, con Flor y Clara, el primero en Europa, primero en Catalunya.
Sola no puedo. En estos días pienso mucho en esta frase. Estoy conociendo los ribetes de eso que se llama síndrome del impostore, y trabajándolo con un grupo de artistes con los cuales me relaciono aquí, en esta migrancia intensa de privilegiada que tengo estos días de viajar escribir desear. Estamos encontrándonos fuerte en esta cuestión, y es uno de los temas que salió la primera noche del campa con el grupo de multilocales con los que elegimos convivirnos esos tres días.
El síndrome del impostore es algo que nos atraviesa cuando estamos en un lugar nuevo, especialmente, con reglas de juego y habitus de clases propios, tan competitivo y propio como cualquier lugar fuerte, hermoso y de campo dinámico. Muchas veces, escucho y comparto, me referencian que sienten que los saberes que traemos no sirven mucho. Que quizás llegamos tan lejos por una suma de casualidades, que cuando se den cuenta, que quizás ya se dieron cuenta… Alguien me dice por allí que eso de creer que tenemos mucho para decir, y que lo soltamos como nos sale y sin mucha perífrasis, es algo muy argentino, y creo que tienen razón. Aunque mis amigas mexicanas también lo referencian, y algunas europeas lo han sentido al moverse por allí.
Le cuento a mi amiga Mar (amiga, te estoy nombrando amiga públicamente), quien está a punto de jurar la ciudadana del país adonde migró hace 24 años. Ella me graba un audio que escucho, desvelada, a mi madrugada, cuando quizás más lo necesito, por esas maravillas de la diferencia horaria que tengo anotadas en un papelito: 5 horas menos en sudamérica, 8 horas menos en México, 7 horas menos en Chicago.
Entonces escucho su mensaje cuando es 4 am: “Me gusta mucho lo de no soy impostora porque estoy aprendiendo, vamos a hacer remeras, ¡esa es la actitud! El unico tema, es que vos sos la profesora, jajajajaja, es decir, sabés y muuucho, pero bueno, ya se sabe que una aprende cuando enseña… encima, yo pensaba, tu personaje, Kekena, en Argentina, es muy carismático, de masas, y aquí en el sector local no lo tenés, pero viste, los estudiantes, las que te referencian, van cayendo, sola no estás”.
Dos cosas comprendí escuchando a todes, y vengo conversando estos días: 1- que no somos impostorxs, que estamos aprendiendo, y esa es la actitud. 2- Que la mejor manera de sacudirnos esta sensación es confirmar todos los días que solas/os, nadie puede. 3- Y que es clarísimo que aunque andemos derivando mayormente en soledades estamos bien les 33, bien felices, entre caminatas por este territorio catalán lleno de gente hermosa, que vinimos a amar y al que vinimos a aprender.
Ahora, a mi remera que dice: Esta profa siempre te cree, le sumo esta otra: Esta profa siempre aprendiendo.
Algo puedo decir, y es que ya no tengo FOMO, si no más bien JOMO, es decir: alegría de quedar fuera un rato, y me estoy ambientando muy bien a ello. Es raro, todo es raro, estoy cambiando. Anoche en clase de latinoamericano, la Cris me dijo que le encantaba este diario de viaje, cine, museos y ese mundo de sensaciones que me toma como neo adolescente que siente mucho a los 60. Sí, siempre drama queen, siempre agitada, femininja feminista populista afectiva trastornada. Migranta intensa forever. Pero teniendo en cuenta lo karmático, a saber, no repetir boludeces, chiquis: más allá de la deslealtad y el desamor que nos han parido estas nuevas vidas, siempre agradecidas, ¡eh!, y muy delante -no en el fondo- riéndonos de nosotras mismas.
Así que si quieren disolver el síndrome, amiguis artistes, aprender y andar juntes, amor propio y colectivo. En este presente intenso, la curación de la inmediación.
Bueno el síndrome de la impostora podría revisarse.Una cosa es cómo cada una se siente a la hora de vincualarse con los otres en el ámbito laboral,por ejemplo ; otra muy distinta, es el descrédito de los demás en torno a determinadas saberes y gupos de elites académicas en dónde se conjugan varias cuestiones Puede pensarse en los grandes monstruos de la envidia y la competencia,en función de sentirse amenazados por perder y/u ocupar determinados lugares ,en íntima relación de la imposibilidad de salirse del lugar de conquistador y feudal de determinados saberes en lugar de demacratizarlos.
Ahí puede aparecer la máscara o pantomima de la impostora como defensa (sindrome del cual no conozco nada) frente el descrédito, de éstos otres feudales del saber, por de lo que decimos o hacemos.
Querida Kekena: Gracias por tu texto. Aunque tengo una década en Ecuador, muchas cosas me siguen haciendo sentir por fuera y con el famoso síndrome de la impostora. Pero tus palabras fortalecen. Todavía conservo las ganas de juntarnos de alguna manera (aunque no pudiéramos coincidir en lo de Cuenca). Te mando un gran abrazo.