Rubens, su taller y el barroco flamenco, exposición en Barcelona.
El goce de mirar una y otra vez estas pinturas en un edificio que nos encanta: la ex fábrica textil Casaramona, obra de Josep Puig i Cadafalch, hoy la Caixa Forum.
Casi sesenta obras de Rubens y su taller, que pertenecen a la colección del Museo del Prado, llegaron a la Caixa Forum de Barcelona. Es el doble de lo que se presentó en la exposición homónima del citado museo madrileño, que vimos el año pasado; entonces, no era solo de menor volumen, sino más enloquecida: la sala pequeña (16B del edificio Villanueva) estaba agitada por guardias de seguridad que te impedían sacar fotos y detenerte más tiempo del pautado delante de las obras con miradas poco hospitalarias. Es lo que tiene el Prado, ya sabemos, aunque nos fascine. Pegarnos horas allí, como buenas yonkis de museos que somos, a veces se hace difícil.
Pero vuelvo a esta experiencia en Barcelona. Al comienzo del recorrido se vuelve a recrear el taller del artista con esa impronta popular y desacartonada que tienen estas exposiciones (reconozco que la Caixa en particular ofrece buena museografía, mediación y accesibilidades destacadas), y al final, un espacio particular, con mucho ploteado y recurso didáctico nos acerca la relación entre la producción del taller y los modos de exhibición de su época.
El guión curatorial presenta siete áreas, tituladas Pasiones divinas, Imagen y contrarreforma, La creación arrebatada, Mecenazgo y coleccionismo, Arte y propaganda, Rostros y personalidades y, por último, Dentro y fuera y Naturaleza muerta, naturaleza viva. Obras destacadas del Pedro Pablo, y de su taller, como la que ilustra la nota: El juicio de Paris, de 1638, una de mis favoritas del mundo mundial, donde al pobre pastor le dan la misión de tener que elegir cuál de las tres diosas mayores del Olimpo es la más bella: Juno, Minerva o Venus, y darle como premio una manzana, que propone justamente Discordia. Cada una le ofrece algo a cambio de ser elegida, respectivamente: poder, sabiduría o amor. Como ya sabemos (y como también haríamos, quizás, ¡qué duda cabe!), Paris elige a Venus, y se desata la guerra de Troya, ya que marcha a raptar a Helena y se pone a Juno y Minerva en contra. Y ya sabemos cómo termina. Siempre hablé de esta obra en clases, nunca había podido verla. Hay otras que veo por primera vez, porque pertenecen a la reserva profunda de El Prado y nunca la había pescado en una temporal. Lo mismo con esta obra, El rapto de Europa (1636 - 1638) de Erasmus Quellinus, un artista de su taller que va a encargarse de pintar lo que el maestro bocete para la Torre de la Parada, palacete de los Austrias hoy en ruinas, que dejo como final de nota. Tiziano, Rubens, Rembrandt, Vouet y siguen las firmas que han pintado esta obra. Pero aquí pasa algo, o nos pasa algo especial, no sé decirlo, pero veo la melancolía del comienzo como nunca en los ojos de ese toro y esa princesa fenicia/asiática obligada a ser parte e iniciar, reiniciar otro mundo: occidente. Bueno, como sea, la dejo aquí, mientras paseo por el barroco protector y alientante, todo en el mismo segundo de la matria de la felicidad visual. Continúo. Continuará.