Diamanti de Ferzan Özpetek, un director cuyas películas disfruto cada día más.
Ver cine: italiano y para que nos cuenten bellas historias
El más reciente film de Ferzan Özpetek, un director cuyas películas disfruto cada día más, visto en Barcelona, en el 9BCN Filmfest.
Forse tornerà, La mia vita tornerà, Vestita di parole e saper vivere, E decidere,
E quando arriverà, Senza macchia, senza età, Di questa eternità saremo noi i diamanti
Diamanti… canta Giorgia (que vuelve a cantar para una peli de Ferzan 19 años después, jejejeje)… Se trata de un temón que no puedo dejar de tararear: la canción central homónima que esta película: Diamanti, actuada por todas las actrices con las que Özpetek trabajó en sus 27 años como regista de cine.
A algunas las reconozco, como a las dos protagonistas: Jasmine Trinca, de haberla visto no solo en La Habitación del Hijo de Nanni Moretti sino en otra película de este director, La dea Fortuna (2019); y Luisa Ranieri, de haberla visto en Fue la mano de dios, de Sorrentino.
Que diga esto no es casual: amo el cine de actrices. Entonces, imagínense lo que disfruté esta película que me hizo emocionar, llorar, reir, cantar, admirar, que además de hablar del cine, la dirección, la filmación, los guiones, el trabajo en equipo y la sororidad, habla de modistas, sarte, en italiano, las costureras.
Ambientada en Roma, la película maneja dos tiempos que son a la vez dos lenguajes en sí mismos: el de la historia que se cuenta y el de la previa a filmar la historia que se cuenta. Con esta trama, el director logra hacer actuar doblemente a sus intérpretes, en un juego de realidades y actuaciones que problematizan de modo bien interesante la cuestión de la interpretación, la cotidianeidad, lo ilusorio, lo performativo, la caracterización, la cámara, la escena, la puesta en escena y la realidad. Una manera muy particular de reconfigurar la relación arte vida arte. Hay un detalle hermoso, y es que una de las actrices, Elena Sofia Ricci, no logra hacer el papel que tiene que hacer, porque está tomada en la vida real (al menos en la vida real de la ficción, digamos, es decir, en la metahistoria que cuenta la historia), por un impedimento que la deja fuera del trabajo momentáneamente: cuidar de alguien; y esto no es un dato menor, creo que es también un guiño a cómo se conforman nuestras carreras y nuestros alcances profesionales, nuestro “tercer tiempo”, las tareas que encaramos, la red de afectos y sostenes a las que le ponemos el cuerpo las mujeres, y claro está, las actrices.
Veánla, donde puedan, en la ciudad que estén, en el streamming que paguen, pirateen o compartan. Como decimos siempre, citando a Charly y la Máquina de hacer pájaros: ¿qué se puede hacer, salvo ver películas? Así estamos. Nos inventamos la vida para hacer todo lo que nos gusta, ir al cine, por ejemplo. Gracias diosa por hacerme ave fénix, caprichosa y deseante, enfermita de las imágenes y de que me cuenten historias, a pesar de todo y siempre.